sábado, 27 de junio de 2015

A paso de perdedores

Por: Miguel Yilales
@yilales

Uno de los logros indiscutibles de quienes se hacen llamar herederos del legado bolivariano es que gracias a su absoluta incapacidad para manejar la crisis, los venezolanos descubrimos (algunos lo sabíamos antes de que llegaran al poder) que el problema no es la derecha, ni el imperio, ni Felipe González, ni Álvaro Uribe, ni la Exxon, ni Guyana, ni Colombia, ni la Polar, sino ellos mismos que destruyeron moralmente al país.
Pero no es del gobierno de quien quiero hablarles, porque aun habrá mucha tela para cortar y por los vientos que soplan mucho tiempo para hacerlo, sino del esfuerzo tesonero, desinteresado, encomiable y digno de elogios que hizo la oposición (me refiero a los muy “legítimos” partidos aglutinados en torno a la Mesa de la Unidad Democrática) para garantizarnos que el gobierno más irresponsable en la historia republicana se atornille en el poder hasta el dos mil siempre.
Solo así se puede entender que ante los patéticos logros, solo posibles en el Socialismo del Siglo XXI, a la oposición le dé por no capitalizar la desilusión sistematizada, el decaimiento y el pánico en que se encuentra postrado el país y que frente al malestar que genera la revolución por las emboscadas, los golpes bajos y la manipulación, pongan a los venezolanos a escoger entre el malo y el menos malo, el regular antes que el peor y el menos vulgar, ramplón y prosaico en lugar del meritorio, loable y admirable.

La lógica de lo ilógico

Pareciera que en nuestra Venezuela no es suficiente que su soberano gobierno entregue la alimentación, la construcción de viviendas, el ensamblaje de vehículos, el sistema de identificación y las aduanas, a chinos, rusos, bielorrusos, iraníes, y por supuesto, a cubanos, sin dejar de lado a la mancomunidad anglófona del Caribe, a los países del ALBA y a cuanto chulo revolucionario aparezca, como para que la MUD nuclease a todos los factores más allá de los partidos.
Además que estemos bajo un régimen que muestra los índices de inflación más altos del mundo y un desabastecimiento general, con una inseguridad que contribuye a evitar la sobrepoblación mundial de forma no selectiva (a cualquiera le puede tocar) y que ayuda a tener un mundo más ecológico al disminuir el consumo eléctrico, por lo que autopistas, calles, ciudades, pueblos y caseríos viven en el oscurantismo, no es como para que la oposición se ocupe de desalojar del poder a quienes les importan más sus propios intereses que lo colectivo.
Casi que debemos sentirnos agradecidos porque no ha habido personaje más patrióticos y antiimperialistas en la historia universal, ni siquiera Leónidas, que se haya dedicado a protegernos de los intentos por vulnerar nuestra soberanía como lo hicieron estos retoños del Samán de Güere, demostrado con su firme postura ante las pretensiones guyanesas de explotar las riquezas del Esequibo a cambio de dar su apoyo y votar para que el régimen chavista ocupara puestos en la comunidad internacional o su férrea oposición a que unos malandros de cuello rojo convirtieran al país en un paraíso de la droga, el contrabando y el terrorismo.

Otra vez el bendito pañuelo

Vivimos bajo el chantaje de que nos debatimos entre traidores y colaboracionistas: toda crítica al gobierno es una traición y si no la hacemos también lo es; cualquier diatriba con la oposición es un vulgar colaboracionismo al régimen; sí se llama a votar se contribuye con el fraude y sí se habla de las condiciones ilegítimas favorecemos a un gobierno que se ha mantenido en el poder con artilugios, estratagemas y trampas.
Hoy cuando el ciudadano manifiesta su inconformidad y malestar, denuncia y exige, reclama y protesta, no hay mayor muestra de desprecio a la sociedad que, a pesar de existir las condiciones propicias, con tendencias irreversibles y un clima en la opinión pública francamente desfavorable al gobierno, no hayan propuestas ingeniosas y candidatos que emocionen al colectivo por ser los mejores.
Lo lamentable es que a estas alturas, las listas parciales que se conocen, generen el comentario (por lo menos en mi círculo) de que hay que votar con un pañuelo en la nariz, que esto es peor que nada y que el más malo de este lado es mejor que cualquiera de los del otro lado, lo que denota es que no aprendimos nada en 17 años y que seguimos pensando con las entrañas, actitud que llevó al poder a esta caterva de incapaces y nos convierte en los únicos que avanzamos a paso de perdedores.
Llueve… pero escampa

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